bluemoon

"I am free that's why I am lost" kafka

Sunday, November 19, 2006

Incierto Noviembre

Por Maruja Torres
Antes de que los meses se contaran por el número de bajas norteamericanas en Irak - entrando asi en una macabra rutina cuyo otro polo sería que los muertos iraquíes no se cuentan por meses, sino de una sola tacada: sobresaltan, pero no lastiman - podíamos asegurar que noviembre era un mes sin expectativas que, sin embargo, en ocasiones cumplia con creces. Por ejemplo, hubo una muerte anunciada, pero postergada, cierto 20-N (adiós a Franco), y otra, inesperada (adiós a John F. Kennedy), que cambió el rumbo de Estados Unidos, cierto 22-N.
En general, noviembre es un mes viernes, un mes tierra de nadie, en el que nada empieza ni acaba, quizá debido precisamente a que su forma de inicio consiste en un homenaje a lo que ya no es ni está, a todos los santos y a todos los muertos.
No hay principio ni final de curso en noviembre. Ni promesas increíbles que hacerse, como dejar de fumar, dejar de rascarse la nariz en público, dejar de perseguir al hombre de tu vida -quien tratandose de este mes, quizá resulte el hombre de alguna de tus muertes-, ponerse a dieta, ponerse crema hidratante o ponerse borde con mayor frecuencia, siempre que la ocasion lo merezca.
Si Noviembre fuera un rancho-como decía Rita Hayworth en Gilda hablando de si misma-, habría que llamarlo tierra de nadie.
Estas sesudas a la par que irrelevantes reflexiones me sobrevienen antes de entrar en un noviembre beirutí -escribo el 31 de octubre, no lo olviden- con previsibles trastornos climáticos alternos consistentes en: a) grandes tormentas acompañadas de aparatosos rayos y truenos, con un fresquillo y unas humedades algo molestas, pero no mortales; b) días soleados que calientan como una primavera de esperanza. En ambos casos sobrevuelan aviones de gente que se va. Desde mi apartamento en Hamra, que da a la parte posterior del decrépito hotel Wiener donde Arafat solía albergar a sus huéspedes en los buenos tiempos en que no sólo estaba vivo, sino que mandaba bastante en beirut, antes de que su expulsión por Israel en el 82...Desde mi apartamento, decía, los veo volar tan bajo que podría leer el menú de clase business a poco que me esforzara. Está muy bien este observatorio, porque ya desde la lejanía los puedo distinguir y como vea que tienen pinta de pájaros militares tomo asiento y espero tapándome las orejas, no sea que se trate de una nueva incursión israelí en plan acojone con rotura o espachurramiento de la barrera del sonido.
Pero ahora mismo tengo que levantarme porque los aviones que no veo (los hacen maniobrar en la linea de costa: la gente de la Corniche debe de tener los pelos de punta), pero suenan cada dos minutos, estremecedores, son propiamente israelíes y vuelan en picado y verdaderamente aterran porque tienen un ritmo diabolico: cada vez más cerca y más fuerte. Hablo a gritos por telefono con un amigo de aquí: "¿Hay Halloween en Beirut?, le pregunto, como si tal cosa. Y él contesta: "¿Estás oyendo los aviones?". ¿Son israelíes verdad?. Hemos seguido hablando de Halloween para que ninguno de los dos notara el miedo en la voz del otro y me ha dicho que, aunque no lo puede asegurar porque él no suele celebrarlo, el Halloween de aqui es muy festivo y la gente se pone disfraces llenos de imaginación. Con lo cual digo adiós a la posibilidad, supongamos, de que llamen a la puerta de mi casa unos pocos niños con caretas de Ariel Sharon antes del soponcio, o de Ehud Olmert antes de que el estilista y el odiable Lieberman, su nuevo viceministro de asuntos estrategicos (una de las estrategias, estos vuelos de hoy, quizá), le dejaran el craneo sin filete Anasagasti.
Será, por consiguiente, un noviembre distinto a los otros noviembres, éste de Beirut, cualquiera que sea la cifra de muertos norteamericanos en Irak. Cuán diferente o no será ya lo saben ustedes a la hora de leerme, por lo cual crean que les envidio con toda seriedad, como periodista, como mujer y como ocupante de este apartamento.

Labels:

Saturday, November 11, 2006

El vaso que uno llena

¿Medio lleno o medio vacio? Una misma realidad puede percibirse de maneras distintas. Y esta visión condiciona nuestra calidad de vida. Los optimistas viven más y mejor, dicen algunos expertos, cuando comprenden que la felicidad no es el final de un viaje, sino parte del paisaje que se atraviesa durante el trayecto. Por Alex Rovira Celma.
¿Cómo es posible que haya personas que, frente al mismo vaso, lo vean medio vacío, y otras, medio lleno? Si retrocedemos un poco para contemplar el cuadro con mayor perspectiva, podemos llegar a averiguar por qué un mismo vaso se puede percibir de maneras, no sólo distintas, sino opuestas. La vida consiste en percepciones, respuestas, actitudes, valores y motivaciones que nos llevan a ver, continuamente, si hay vasos en las diferentes dimensiones de nuestra vida y cuán llenos están.
El tema no es baladí: la visión del vaso hace que algunos sean capaces de arriesgarse para construir una nueva realidad en la que ellos serán los que buscarán las fuentes necesarias para llenarlo; otros serán capaces de renunciar a todo cuanto tienen para tender la mano al que sufre a miles de kilometros de distancia y convivir con el dolor y el padecimiento ajeno de modo que los vasos de esas personas puedan empezar a llenarse, y finalmente hay quienes viven quejándose crónicamente de que alguien está continuamente vaciándoles el vaso, aunque ellos dicen no hacer nada para remediarlo, pobres victimas...
¿Qué mueve a unos y a otros hacia esos distintos vasos? El ser humano actúa movido por unos motores llamados necesidades biológicas (como respirar, beber o comer) o por motivaciones(necesidades psicológicas que dan forma a nuestras conductas). El poder, el exito, tener dinero, aparentar seguridad son algunas de las motivaciones del ser humano, a las que cabe sumar la necesidad de afecto, la de relacionarse con los demás o la de encontrar un sentido a la vida, entre muchas otras.
La pregunta. ¿Qué nos hace tan distintos? El hombre se ha preocupado siempre por analizar y tratar de comprender la personalidad y el carácter de sus congéneres. En este sentido, Borges, en El idioma analítico de John Wilkins, escribió: "La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que estos son provisorios". La quiromancia, la frenología y la astrología, entre otras, forman parte de la etapa precientífica de la psicología. Los intentos de ordenar nuestro mundo interior y su relación con lo que nos rodea, así como comprender los porqués de las diferentes visiones del vaso, han sido múltiples a lo largo d la historia.
En este sentido, el libro Optimizar la vida, de Albert Figueras, editado por Alienta, aporta una serie de estimulantes preguntas y respuestas sobre los mecanismos que nos llevan a ver de diferentes maneras un mismo vaso. Y, lo que es más importante, los impulsos que nos mueven a buscar las fuentes para llenar nuestro vaso y el de los demás.
Según este profesor universitario, doctor en medicina y especialista en farmacología clínica, contamos con una amplia base de estudios que han seguido a grupos de personas durante toda su vida y han concluido que quienes tienen una actitud positiva llenan más y mejor el vaso de su vida, es decir, viven más y mejor. O que las personas con tendencia a la hostilidad presentan un riesgo mayor de padecer fugas en su vaso a modo de enfermedades cardiovasculares, entre otras. En cambio, los optimistas, argumenta, no sólo tienen mejor salud, sino que también suelen lograr una mejor respuesta frente a dolencias graves. Si, como dice el lenguaje popular, padecer ciertas enfermedades es cuestión de loteria, algunas actitudes vitales negativas sólo sirven para ir acumulando más boletos, concluye. En definitiva, la ciencia parece demostrar que nuestras actitudes inician procesos de llenado o vaciado del vaso de nuestra vida.
Las piezas del motor. El estudio del cerebro nos explica cuál es la química del bienestar y de eso que llamamos optimismo o felicidad. Pero claro, hablar de conceptos como endorfinas, neurotransmisores o serotonina puede asustarnos. No obstante, si hablamos con naturalidad de software, del motor de inyección y del airbag, con más razón tendríamos que conocer algunas piezas clave del funcionamiento de nuestro propio organismo. Y eso es lo que hace, de modo muy ameno, en sus páginas.
Según el autor, la felicidad, entendida como un estado permanente de bienestar absoluto que se puede alcanzar tras un camino arduo (y, a menudo, economicamente, costoso), no existe. La felicidad, defiende el doctor Figueras, es un estado, una sensación momentánea, fugaz, que todos experimentamos en varios momentos de nuestra existencia. La felicidad no es el final de ningún trayecto, sino que forma parte del paisaje por el que pasamos a lo largo del viaje. No es ningún destino al que se llega viajando, sino más bien un adjetivo que nos remite a esa sensación que uno tiene - más a menudo de lo que pensamos - durante el viaje de la vida. El problema es que estamos tan obcecados, que muchas veces ni la percibimos porque nos quedamos con la parte vacía del vaso y, lo que es peor, renunciamosal enorme placer de la aventura que supone ir a buscar a una fuente en la que podamos llenarlo las veces que nos apetezca.
El delirio de Guillermo Tell
Albert Figueras introduce en su obra metáforas como ésta. Según ella, a lo largo de la vida tenemos distintas motivaciones, acertar en unas dianas. Sin embargo, muchas veces la puntería es poca; apuntamos a objetivos inexistentes, erróneos o deformados. Por ejemplo, deseamos el último modelo de un coche descapotable porque pensamos que será un instrumento para vivir experiencias intensas. Tenemos nuestro objetivo muy claro y no quedamos con los amigos para ir a tomar una copa el viernes porque tenemos que ahorrar para ese capricho. Lástima que tras prepararnos, apuntar y disparar la flecha...nos acercarmos a la diana y nos damos cuenta de que se movió, o no era tal. El deportivo deseado no nos aporta lo esperado. Mientras tanto, como decía John Lennon, "la vida es lo que ha ido pasando" mientras pensábamos que la felicidad nos aguardaba en un descapotable.
Alex Rovira Celma es profesor de Esade, conferenciante y escritor.

Labels: